Gonzalo Paroy Villafuerte
Historiador - Centro de
Estudios Asiáticos - UNMSM
El mundo vuelca los ojos una vez más,
al gigante asiático. Esta vez por ser el centro de la tragedia mundial llamada
Covid-19. Quienes hemos estudiado en diferentes aspectos, parte de la historia
de este país y su relación con el mundo, podemos llegar a una conclusión: la asociación
de lo negativo con lo chino y el recuerdo de un racismo antichino, siguen
vigentes, en realidad nunca se fue. Las palabras de Trump, las agresiones a
asiáticos en distintos países y las decenas de teorías conspiranoicas que
vuelcan en internet, así lo confirman. Para estas formas de pensamiento, el
virus son los chinos y su cultura culinaria aberrante que habría propiciado la
pandemia, el virus son los chinos quienes extendieron la enfermedad por el
mundo, el virus son los chinos y su galopante economía que ha comprado acciones
del mundo bursátil occidental, y por último, el virus son los chinos, que
crearon este mal para deshacerse de ancianos y de la sobrepoblación.
Es sabido que en los periodos de
crisis se conocen a las personas y podemos agregar, a los Estados y su clase
política. Así pues, compartir “noticias” y columnas de opinión donde el
culpable es única y exclusivamente China, sin análisis (cultural, contextual o
histórico) esconde solo dos posibilidades: ignorancia con su carga emotiva de
miedo o un muy interiorizado racismo que permite liberar de culpa y
responsabilidades estructurales culpando al chivo expiatorio de siempre: los
chinos, los orientales, los amarillos.
Entonces… ¿quién es el culpable de la
pandemia? Parte del instinto humano es la búsqueda de culpables que permitan
exculparse y estigmatizar. Pero debo concordar que es necesario conocer al culpable,
comprendido este como la o las causas y las estructuras que permitieron y
gestaron la crisis sanitaria mundial; así, esclarecer quién o quiénes deberían
ser señalados como los virus, aunque esto implique finalmente, que nosotros
mismos seamos señalados.
Empecemos con el aspecto más simple y
voceado: las “aberrantes” culturas culinarias chinas. Juzgar y señalar es muy
sencillo cuando se desconoce la realidad histórica de distintos países que
atravesaron (y atraviesan) la tragedia que más muertes lleva a la humanidad,
más que guerras y enfermedades: el hambre. Como pasó en la Francia
Revolucionaria, en los guetos judíos en Alemania de la Guerra y desde
principios de la humanidad, la necesidad primaria de alimentarse ha llevado a
los humanos a buscar alimentos, aunque esto incluya la caza de animales
salvajes. Es menos conocida que los anteriores ejemplos, que en las décadas de
1950 y 1960, China sufrió una de las tragedias generadas por el hambre, más
grande del siglo XX. La estadística más moderada dice 15 millones de personas
perdieron la vida. Ante este escenario, el Estado chino legalizó la caza de
animales salvajes para que sus habitantes pudieran subsistir. Surgieron los
mercados libres donde se comerciaban los animales de la región. Quien no conoce
la tragedia detrás de una práctica cultural, puede juzgar de manera negativa.
Ahora bien, podríamos agregar que en todo país existen mercados, legales e
ilegales, de tráficos de especies salvajes, sea como alimento y medicina, sea
como mascotas. Señalar a China y sus mercados, es olvidar que en África, por
mucho tiempo, surgieron enfermedades de virus animales que saltaron a humanos y
que, salvo el VIH, fueron endémicas; o ignorar el gran mercado de Belén de
Iquitos, donde más de un limeño juzgaría desde su pequeña realidad la venta de
insectos, reptiles y todo tipo de animal amazónico. Bajo ese sentido, la
tragedia pudo iniciarse en cualquiera de estos países. El dato final, es que no
necesariamente tiene que ocurrir con los llamados animales salvajes, sino
incluso con animales de granja, como ocurrió con la gripe aviar iniciada en
Italia decimonónica y que tiene rebrotes cada cierto tiempo. Podemos acordar
que no se puede culpar a una tragedia histórica (hambruna) ni a una cuestión
tan extensa y antigua (mercados de animales), pero sí podríamos señalar,
desviando nuestra mirada exclusivamente del virus actual, que la convivencia
con los animales y la creciente destrucción de sus ecosistemas, son los
principales caldos de cultivos de estos virus de origen animal. Así lo señalan
diversos expertos, tras el análisis de la historia de diferentes epidemias. En
este aspecto, el virus es el extractivismo que no mide consecuencias, una causa
estructural, puesto que no obedece a banderas y coyunturas, sino a la forma
cómo nos hemos relacionado con la naturaleza en los últimos siglos.
En otro punto, históricamente, Italia
y el Mediterráneo han sido centro de un intercambio de entre Europa y Asia,
intercambio de todo tipo, desde cultura (recuerden el viaje de Marco Polo),
conocimientos (la pólvora, el papel) y comercio (la ruta de la seda es muy
conocida) hasta, por supuesto, enfermedades como la recordada peste negra que
azotó Europa en la Edad Media, una de las tragedias más grandes producidas por
una enfermedad. Con lo dicho, solo quiero explicar (o hacer recordar) que la
globalización comercial y cultural crea una dinámica mundial que aplica a todos
los aspectos de la vida humana, todo lo positivo y todo lo negativo. De todas
las bondades que ha ofrecido Asia a Occidente, culpar de un proceso común a la
historia humana a una sola nación, es tan solo un burdo argumento para
denigrar, sino… ¿qué podríamos decir los americanos de la epidemia de viruela
que trajeron los españoles y que fueron el principal factor de la debacle
demográfica del Nuevo Mundo? Pese a que esa sí fue una verdadera empresa
conquistadora que traería muerte, jamás pensaron los viajeros que un ente
microscópico sería la causal de la mayor muerte masiva de América. No olvidemos
que en países como Italia o Perú, sus casos “cero” fueron propios, un
deportista en el caso de Italia, y un trabajador de una aerolínea en el caso
peruano. Ambos Estados pudieron actuar cerrando las fronteras o exigiendo una
cuarentena a todo pasajero, pero minimizaron las consecuencias. A este
respecto… ¿podríamos culpar a la globalización de ser el virus?
Las conspiraciones generadas aluden a
que el fin último del gobierno chino era la conquista económica de Occidente y
que la “creación” (sic) del Covid-19 era el medio. Incluso insinúan que se
ocultó información o que esconden la cura. Y que justo cuando el virus es mundial,
ellos ya superaron el problema y se perfilan como el “más favorecido” (pese a
la inversión que implicó superar la crisis), mientras las bolsas del mundo
cierran con pérdidas. Aunque estoy seguro en que la mayoría coincide en que
estas ideas son productos de miedo, creatividad, mucho tiempo libre y su carga
de racismo; permiten decir un par de cosas. Europa y América tuvieron un mes de
ventaja y toda la experiencia de China, Corea, Irán y Japón en el inicio de la
pandemia. Quienes seguimos lo que ocurría al otro lado del mundo, nos
sorprendimos de lo rápido que viajaba la información vía internet. No solo
experiencias, sino artículos científicos y resultados médicos. Por supuesto que
los noticieros americanos recién se interesaron del tema cuando aparecieron los
primeros afectados en Europa y recién vimos la realidad cuando llegaron los
“casos cero” a nuestros países latinos, pero todos, salvo China, tuvieron mucho
margen de tiempo para actuar.
Ahora bien, todo parece indicar que,
de todas las potencias económicas, China es la que perderá menos (ya que todos
pierden capital monetario, humano e institucional). Debemos recordar que si
alguna potencia actual se vio favorecida por una crisis que implicó millones de
vidas humanas, fue EEUU posguerras mundiales, cuando sus similares asiáticos
estaban materialmente destruidos. Como nuestras conspiraciones son
occidentales, a pocos hizo extrañar que Wall Street sea la beneficiada. El
mundo bursátil como lo conocemos nació ahí. China ha atravesado un muy largo
camino para ingresar al capitalismo internacional bajo un Estado fuerte y una
economía galopante. Las bolsas de valores siempre han sufrido caídas y quiebras
debido a que su sostén es y ha sido la especulación y la confianza en el
mercado libre. En este sistema, un conflicto bélico, una catástrofe natural, el
choque de intereses por productos mundiales como el petróleo, pueden revertir
las curvas bursátiles. A este sistema nos hemos acostumbrado. ¿Por qué está mal
que un Estado no occidental saque provecho en el mismo sistema? China sufre el
mismo fenómeno que toda asociación que utiliza las mismas reglas de juego que
no inventaron: acusados por no salir perjudicados. Gran Bretaña y EEUU ha
preferido el sistemas económico a la salud pública, China, Corea y Japón
hicieron lo contrario. Nuestra visión binaria de “bueno” y “malo” ha sido formada
desde occidente y esto explica por qué es tan fácil señalar a unos y no a
otros. La pérdida de población “improductiva” (adultos mayores, personas con
enfermedades crónicas, personas que padecen condiciones médicas, etc.) no
parece concordar con la política aplicada por China ante la crisis sanitaria,
caso muy distinto al de los países gobernados por una política que prioriza el
sistema económico a su gente. En este sentido el virus (que va a matar a la
“población improductiva”) son aquellas cuya política de salud pública son nulas
ante la emergencia, acompañado de las muchas clases políticas y empresariales
que reniegan de los Estados que priorizan la salud de la población y no al mercado.
Entonces, observamos que muchas de
las cosas que se dicen, adolecen de un análisis mayor y en el fondo, reproducen
un mal endémico entre los difusores de información y creadores de discursos: racismo
e ignorancia en contra de unos, desvío de la culpa real a favor de otros. El
virus no es una práctica histórica y cultural, no es una nación, no es un
gobierno, no es la falta de información, no es la falta de políticas aplicables
para minimizar la amenaza sanitaria. Tal como he argumentado, intentando ver de
manera panorámica y no solo coyuntural, podemos identificar los virus: el
extractivismo irresponsable que destruye ecosistemas, la globalización que nos
une inevitablemente en todo lo positivo y en todo lo negativo, la forma cómo se
maneja el mercado mundial que una crisis lo doblega y los Estados inactivos que
condenan a su población a su suerte, aunque en esta coyuntura eso puede
significar otra tragedia histórica.
Más de uno ha señalado que toda
crisis es a su vez una posibilidad. Los virus detectados, es decir, las causas
estructurales señaladas, deben cambiar. Se requiere cambiar nuestra relación
con el medio ambiente y sus animales, se necesita mejorar la política de salud
global y pública, se exige mayor capacidad de respuesta de los Estados. Pero
también exige eliminar a los recreadores de discursos negativos que por falta
de análisis atacan lo más frágil, mientras que los grandes virus quedan libres
de responsabilidad.
3 de abril del 2020
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